Es muy probable, y espero que coincidas conmigo, que quien
escribiera la frase que antecede esta nota, aunque no sabemos su
nombre, ha pasado airoso grandes obstáculos en su vida, familia o labor. Es
evidente, que estas son palabras de alguien que en la distancia considera y evalúa como ganancia hasta sus momentos más oscuros.
Y si pensamos en momentos sombríos, no caben dudas de que este año pasado lo fue. Todo un «desafío», que en ocasiones, pareció imposible de conquistar.
En lo laboral, en lo personal y familiar, somos bombardeados diariamente con principios de un mundo falto de moral, que ponen en peligro la integridad de nuestros hogares e hijos. En
el trabajo, muchos han experimentado esa sensación de «supervivencia laborar», donde la preocupación invade los huesos e impide ser objetivos. Ante esa presión están los que reaccionan con valentía y entusiasmo, sabiendo que es solo un peldaño más en la universidad de la vida, y que todo está en el plan de Dios para prepararnos a lo que viene. Otros se dan por vencidos y «cuelgan los guantes», y dejando así que «los del otro equipo» ganen terreno.
En estos tiempos he experimentado que muchos de estos «desafíos» son iniciados por Dios y necesarios para provocar cambios en nosotros. La gran ventaja que tenemos, a diferencia de los que no cuentan con «Papá», es que el paquete viene completo. Él está interesado en que aceptemos esos desafíos con confianza y con plena certeza que Él proveerá los recursos necesarios para superarlos, convertirlos en grandes victorias y salir airosos, EXITOSOS. Por ello, nuestra actitud ante los desafíos debe ser la única digna de un hijo de Dios, la valentía y el entusiasmo.
Otra de las actitudes o «desafíos» que voluntariamente he decidido tomar y me ha funcionado bastante bien es estar absolutamente convencida que cada situación o persona que de alguna manera incomode mi camino; no es más que uno de los maestros que Dios milagrosamente envía para ayudarme a lograr el «doctorado» de la vida. Cada día, con
sus altos y bajos debe ser tomado como un día más en la carrera universitaria de Dios.
Cuántos de nosotros no hemos tenido en nuestros años de estudiante, alguno de uno de esos profesores que tienen el maravilloso «talento» de lograr ser despreciados desde lo más profundo de nuestro ser por su rigidez y severidad. Pero al final del camino nos dimos cuenta que su rigor, de alguna manera, nos llevó a lograr ese tan deseado diploma. Y que su inflexibilidad nos obligó a ser más certeros, su exigencia a ser más responsables, su disciplina a ser más respetuosos, y así podríamos continuar la lista. Así que, aunque algo a primera vista parezca desagradable, seguramente no lo es tan malo. Solo tengamos presente el pasaje donde el gran apóstol Pablo nos recuerda: «que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman» (Romanos 8: 28, NVI).
Toma cada tropiezo o adversidad con valentía y entusiasmo. Ten la certeza que es un escalón más para alcanzar un rango mayor en madurez espiritual. Confiado que con Él puedes superar ese y cualquier otro «desafío» y que además te llevará a hacia una objetivo mayor de acuerdo al plan de Dios. No bajemos los brazos.
Este año mi fe ha sido fortalecida como nunca antes, gracias a la presencia de Dios a través de mi camino. «Padre, gracias por los desafíos. Acepto el reto y tengo la certeza de que mientras yo haga mi parte tú harás la tuya».
Así como el salmista, levantemos nuestras voces y confiados avancemos sabiendo que solo Él nos adiestra para el desafío que tenemos por delante.
¿Quién es Dios, si no el Señor? ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios? Es él quien me arma de valor y endereza mi camino [...] Tú me cubres con el escudo de tu salvación, y con tu diestra me sostienes; tu bondad me ha hecho prosperar. Me has despejado el camino, así que mis tobillos no flaquean. Salmo 18:31-36, NVI
¡Avanza, Dios está de tu parte!
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