miércoles, 14 de diciembre de 2011

El Valor de los Pequeños Actos



Frente a un gigante, un canto rodado parece inútil. Pero Dios lo utilizó para derribar a Goliat. Por medio de actos ordinarios Dios hace obras extraordinarias.
Un amigo mío vio la prueba de esta verdad mientras atendía a víctimas del huracán Katrina. Como médico, brindó su tiempo y talento para ayudar a algunas de las 12.500 personas evacuadas de Nueva Orleans que arribaron a San Antonio. Un sobreviviente le contó una historia cautivante. Mientras el agua inundaba su casa, este señor salió nadando a través de una ventana. Con dos niños aferrados a su espalda, el hombre encontró refugio seguro encima del edificio más alto del vecindario. Otras personas se le unieron en aquel techo. Pronto era un pequeño círculo de gente amontonada sobre lo que sería su hogar por tres días, hasta que fueran rescatadas.
Tras una hora sobre el edificio, el hombre se percató de que estaba sobre una iglesia. Pateó el techo con fuerza para llamar la atención y anunciar: «¡Estamos en tierra santa!». Sus noticias refrescaron la memoria de otro habitante del techo. Este vio a su alrededor, gateó sobre el campanario, lo abrazó y gritó: «Mi abuelo y mi abuela ayudaron a construir esta iglesia». ¿Cree usted que aquellos abuelos pensarían que Dios iba a usar el trabajo de ellos para salvar a su nieta? Ellos seguramente oraron para que Dios usara aquel edificio para salvar almas... pero no podrían imaginarse que lo usaría para salvar a su nieta de un huracán. Ellos no tenían ni idea de cómo iba Dios a usar el trabajo de las manos de ellos.
¿Qué diferencia pueden hacer algunos actos de altruismo? ¿Se pregunta si su trabajo hace una diferencia? Pienso en un lector en la encrucijada. Uno recientemente impactado por Dios, quizás por mediación de este libro. La chispa divina en su interior está empezando a arder. ¿Deberá usted apagarla o avivarla? ¿Se atrevería a soñar que usted sí puede hacer una diferencia? La respuesta de Dios sería: «Haz algo y mira a ver qué pasa». Fue eso lo que les dijo a los ciudadanos de la antigua Jerusalén. A lo largo de 16 años el templo de Dios había estado en ruinas. El trabajo había sido abandonado. ¿Por qué razón? Oposición de los enemigos, e indiferencia de los amigos. Pero sobre todo, porque la tarea los abrumaba. Para construir el primer templo, Salomón había necesitado setenta mil transportistas, ochenta mil cortadores de piedras, tres mil seiscientos capataces, y siete años. ¡Un trabajo hercúleo! Los obreros deben haber pensado: ¿Qué diferencia podría hacer con mi trabajo? La respuesta de Dios: «No menospreciéis el día de las pequeñeces, pues el SEÑOR se regocija en ver comenzar la obra» (Zacarías 4.10).
Comience. ¡Solamente comience! Lo que a usted le parece insignificante para otros puede resultar inmenso. Pregúntele a Bohn Fawkes. Durante la Segunda Guerra Mundial él piloteaba un bombardero B-17. En una misión fue impactado por las baterías antiaéreas nazis. Aunque las balas alcanzaron los tanques de gasolina, el avión no estalló, y Fawkes consiguió aterrizar. A la mañana siguiente, le pidió al jefe de su tripulación el proyectil alemán. Quería conservar un souvenir de su increíble buena suerte. El jefe le explicó que no sólo una, sino once balas habían sido encontradas en los tanques de gasolina, y que sin embargo ninguno de estos había hecho explosión. Los técnicos abrieron los proyectiles y descubrieron que no contenían carga explosiva. Eran inofensivos y, salvo uno, estaban vacíos. La única excepción contenía una hoja de papel cuidadosamente enrollada. En ella habían escrito con prisa un mensaje en idioma checo. La traducción decía: «Por ahora, esto es todo lo que podemos hacer por ustedes». Puedo imaginar a un valiente obrero de una cadena de montaje desarmando los proyectiles y garabateando la nota. Poner fin a la guerra no estaba en sus manos, pero sí lo estaba salvar un avión. Él no podía hacer todo, pero sí podía hacer algo. Y lo hizo. Cuando toma en sus manos actos pequeños, Dios hace grandes cosas. Frente a un gigante, un canto rodado parece inútil. Pero Dios lo utilizó para derribar a Goliat.

Tomado del libro Cura para la vida Común por Maz Lucado
publicado por Grupo Nelson, Nashville,TN. www.gruponelson.com

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