martes, 29 de marzo de 2011

LAS DOS MUJERES...

En cada mujer viven dos mujeres, de las cuales podemos aprender, fracasar, llorar, triunfar, levantarnos, animarnos, seguir adelante, etc. Es como si existiera dos tipos de personas en nosotras mismas, una de ellas es amorosa, comprensiva, paciente, tranquila, preocupada por hacer el bien, se dedica a agradar a Dios, discreta, ayuda a los demás, comparte, y es muy amable. La otra es pedante, odiosa, no comprende, es egoísta, es necia, no obedece, indiscreta no es paciente, y por ende no es nada, pero nada amable; en pocas palabras todo lo contrario de la mujer anterior.

¿Cuál de las dos mujeres eres?. En el transcurso de cada circunstancia, o situación que se nos presenta, acostumbramos mezclar ambas mujeres, la emocional con la racional, nos molestamos, “tenemos paciencia”, pero queremos las cosas ¡YA!, nos obstinamos y no somos nada amables, tratamos de ser “dulces y amorosas”, pero terminamos haciendo como dicen por ahí:”lo que hacemos con las manos lo desbaratamos con los pies”; sabemos que debemos agradar a Dios y hasta lo intentamos pero nuestro corazón no está dispuesto, no quiere, nos volvemos egoístas aún cuando tenemos miles de personas a nuestro lado que necesitan de nuestra ayuda, queremos ser ayudadas nosotras primero, terminando una mezcla entre desilusión, decepción, desesperación, soledad y tristeza, ¿Qué mujer le haces caso tú?. Porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?. 2 Corintio 6:14
No mezcles tu luz con las tinieblas, empieza a pensar más rápido que tu boca, empieza a pensar más rápido que tus actos y hechos, controlemos nuestra boca, y nuestro cuerpo, debemos ser sabias, pacientes, y comportarnos como la primera mujer. A partir de hoy tratemos de hacer este ejercicio: si está en un momento difícil, si le pasa algo desagradable, si alguien le grita, si tiene mucha presión, si su trabajo no funciona, si su matrimonio no está bien, si sus hijos no obedecen, si toda su vida está completamente destruida, decida cambiarla, empezando desde su interior, cambie sus malos hábitos de gritar, de quejarse, de amargarse, de desesperarse, de decepcionarse y de agredir. Recuerda que tu exterior y tu alrededor es la consecuencia de cómo has sido dentro de ti.
Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Santiago 3:2

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